María Fernanda López

Psicóloga Clínica Experiencia total (años):2+ Sesiones totales impartidas (horas):250+

Soy Licenciada en Psicología (M.P. 0460 – Res. Min. 918/15) con una sólida formación en psicoanálisis y un marcado interés en integrar perspectivas contemporáneas como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Terapia Dialéctica Conductual (DBT) y el mindfulness

Mi trayectoria se caracteriza por un enfoque humano, empático y colaborativo, orientado a trabajar con puberes, adolescentes, jóvenes y adultos en procesos de acompañamiento individual, psicodiagnóstico y orientación familiar y orientación a parejas.

He profundizado mi formación en duelo, psicooncología y cuidados paliativos, desde una perspectiva constructivista, sexología y en la formación de los estadios vitales y vinculares del ser humano, estrés, ansiedad, problemas con la alimentación, desarrollando una perspectiva ética y humanizada herramientas que me permiten abordar tanto los desafíos clínicos individuales como las problemáticas sociales vinculadas a la violencia de género, los consumos problemáticos y la salud comunitaria.

Desde hace varios años combino la práctica clínica privada con la participación activa en proyectos interdisciplinarios en la Fundación Ubuntu Aminga y con la divulgación psicoeducativa en medios de comunicación y redes sociales.

Comprendo y sostengo mi espacio comprometido con púberes, adolescentes, adultos y parejas porque significa entrar en contacto con los momentos más sensibles de la vida: esos instantes en los que algo cambia, se pierde, se transforma o se busca. Cada etapa vital trae consigo preguntas nuevas y viejas heridas, y en cada vínculo encontramos tanto la posibilidad de crecer como la de tropezar con el dolor.

En la pubertad y la adolescencia, acompañar implica escuchar el surgimiento de una identidad, sostener la incertidumbre y ayudar a transitar las primeras experiencias de amor, frustración y deseo. Con los adultos, la clínica se llena de historias de pérdidas, de proyectos interrumpidos o de sueños por construir, y ahí aparece la posibilidad de resignificar, de reinventarse y de darle otro sentido a lo vivido.

En el trabajo con parejas y familias, los vínculos se convierten en un espejo de lo que somos y de lo que aún no sabemos de nosotros mismos. Los conflictos, lejos de ser fallas, son oportunidades de encuentro, de diálogo y de reconstrucción.

El duelo, en todas sus formas, atraviesa cada uno de estos momentos. No se trata solo de la muerte de un ser querido, sino también de despedidas invisibles: relaciones que terminan, etapas que se cierran, ideales que ya no sostienen. Allí, el trabajo clínico es un acto de acompañar lo que duele, de habilitar la palabra cuando parece que no alcanza y de crear un espacio donde lo perdido pueda transformarse en memoria y aprendizaje.

Mi tarea como psicóloga es estar presente en ese recorrido. No para dar respuestas cerradas, sino para abrir caminos posibles, para que cada persona encuentre sus propios recursos, resignifique su historia y descubra que incluso en medio del dolor o la incertidumbre, es posible reconstruir el sentido de la vida y del amor.